La larga noche de los 500 años

Hace unos meses, durante una visita oficial realizada por el presidente de España, Pedro Sánchez, a Argentina, Alberto Fernández,  jefe de Estado de esta nación comentó: «escribió alguna vez Octavio Paz que los mexicanos salieron de los indios, los brasileros salieron de la selva, pero nosotros los argentinos llegamos de los barcos». Tales declaraciones —que hoy parecen poco menos que un desafortunado traspié de incorrección política—, pensadas en el marco de los eventos conmemorativos que en México se lleva a cabo en estos días, a propósito de los quinientos años de la conquista de Tenochtitlan, el 13 de agosto de 1521, cobran una dimensión y una importancia aún mayores de las que en su momento pudieron haber tenido  porque, no muy en el fondo, las palabras del mandatario argentino revelan una herida histórica aún sangrante en la memoria y la identidad de las poblaciones de este continente: América.

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Michel Foucault: el homosexual, el perverso y el pedófilo /II

A pesar de que los tiempos en los que vivió y desarrolló el grueso de su actividad intelectual fueron los de la liberación sexual en Occidente, en general; y en Francia, en particular; Michel Foucault se negó sistemáticamente a que el público de sus obras (lo mismo adeptos que detractores) hiciese una analogía entre las problematizaciones por él plasmadas en su obra y su propia vida privada. Entre los principales motivos que llevaron a Foucault a oponerse tan sistemáticamente a que las personas que se acercaban a su obra buscasen las respuestas que en ella daba a partir de lo que sucedía en su experiencia de vida, se halla, por supuesto, el hecho de que, a pesar del clima que imperaba en la Francia de la segunda mitad del siglo XX, las identidades sexuales no heteronormadas seguían constituyendo una rareza o perturbación de la naturaleza humana que no resultaba sencillo aceptar, mucho menos asimilar.

Es en esa línea de ideas, por ejemplo, que Foucault siempre eludió y rechazó dar explicaciones sobre su historia de la sexualidad poniendo en el centro de sus reflexiones lo que él mismo había tenido que vivir o sufrir a partir del reconocimiento de su homosexualidad, que si bien era dada por evidente dentro de ciertos círculos de intelectuales y en algunos sectores de la opinión pública, Foucault se encargó de desligarla de todo aquello que a lo largo de su vida había dicho sobre la sexualidad en las sociedades occidentales industriales de la posguerra. Hasta cierto punto, de hecho, esa postura no era específica de sus investigaciones sobre ese tema, de cara a su atracción sexoafectiva por hombres: si por algo es famoso Foucault, incluso en los tiempos que corren en el presente, es por esa costosísima frase que plasmo en su obra, Las palabras y las cosas, sobre la muerte del hombre, y por lo tanto, sobre la muerte del sujeto.

Dicho texto, no debe de pasarse por alto, figura entre las obras estrictamente estructuralistas de Michel Foucault (por mucho que con posterioridad a su publicación él mismo negase ser estructuralista o haber empleado jamás cualquier categoría derivada de estructura). Militando con firmeza dentro de los círculos estructuralistas franceses, entonces, que Foucault declarase la muerte del hombre (entendido en su acepción no sexogenérica) y, por extensión, la muerte del sujeto, hacía sentido en la medida en que eran las estructuras las que determinaban las funciones de los actores que llevaban a cabo su cotidianidad dentro de ellas. Tal negación del sujeto, además, se revestía cierta utilidad epistemológica dentro de su obra, que era, precisamente, el apelar a la muerte del autor o a su inexistencia con la pretensión de que la obra fuese valorada por sí misma, sin apelar a argumentos ad-hominem para aceptarla o rechazarla (como cuando se atacaba la sexualidad de Foucault para emitir juicios sobre sus problematizaciones acerca de la sexualidad moderna).

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Michel Foucault: el homosexual, el perverso y el pedófilo /I

En fechas recientes, a principios de 2021, un apologista del neoliberalismo (digno representante de algunas de las posturas político-ideológicas más reaccionarias de la derecha en el presente, aunque disfrazadas de liberalismo puro), Guy Sorman, acusó en dos ocasiones a Michel Foucault (uno de los intelectuales más relevantes del siglo XX y, al mismo tiempo, uno de los más descalificados y atacados, casi siempre por incomprensión de sus críticas, lo mismo por las izquierdas que por las derechas contemporáneas) de haber cometido una serie de atrocidades, de carácter sexual, en contra de menores de edad e incluso de infantes tunecinos. Acusaciones, pues, según las cuales, en vida, Foucault no habría sido más que un pedófilo de closet: una figura perversa por triple cuenta, toda vez que no únicamente sostenía relaciones sexuales forzadas con infantes, sino que, además de ello, lo hacía en su condición de homosexual, por un lado; y ocultando hipócritamente sus preferencias a través de sus análisis filosóficos sobre La historia de la sexualidad en Occidente, por el otro.

Es decir, de acuerdo con la forma en que fue construida la acusación en contra de Foucault, lo realmente perverso e imperdonable de sus actos estaría dado no únicamente por la práctica sexual en sí misma: por el hecho de que él, un adulto, sostuviese relaciones sexuales con menores de edad e infantes, sino que, adicional a ello, lo sería por el hecho de que él era homosexual, una figura, durante mucho tiempo, considerada en Occidente y en otras culturas como una perversión en sí misma, como una anormalidad de la naturaleza humana con el poder de corromper a las sexualidades heteronormadas y arrastrarlas tras de sí; y también por el hecho de que, durante toda su trayectoria intelectual, él mismo se encargó de reivindicar, en diversas ocasiones, la sexualidad de los y las menores de edad y de los y las infantes en un sentido por completo contrario al sentido común imperante en la época. De ahí que, en última instancia, la figura de este filosofo no fuese más que la relación circular entre su homosexualidad y sus insistentes aspiraciones a justificar sus preferencias sexuales y sus abusos a menores de edad a través de su actividad intelectual en el Collège de France, a través de sus libros, sus seminarios, sus conferencias, sus entrevistas.

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