Estados Unidos en disputa: el trumpismo sin Trump

Este texto se escribió mucho tiempo antes de que se dieran a conocer los resultados oficiales de las votaciones estadounidenses de este martes 5 de noviembre del 2024. Al momento de su redacción, las tendencias parecían favorecer a Donald J. Trump, pero nada estaba dicho (247 votos electorales frente a 210 de Harris, de acuerdo con el New York Times). Más allá de ello, sin embargo, las reflexiones que siguen buscan dar cuenta de un fenómeno específico: incluso si Trump pierde la contienda, eso no modifica en nada el hecho de que, otra vez, el republicanismo, en general, y el trumpismo, en particular, volvieron a crecer, a ampliarse y a profundizarse socialmente, políticamente, culturalmente (y lo hizo a pesar del enorme apoyo que Kamala Harris recibió de tantos sectores de la industria del espectáculo y la farándula como pudo conseguir).

Este fenómeno, en los hechos, estaría verificando que la conflictividad política que se vive en Estados Unidos y el cada vez mayor corrimiento hacia la extrema derecha en las preferencias políticas e ideológicas del electorado estadounidense no son un episodio coyuntural o circunstancial, sino una tendencia de mediano a largo plazo que podría seguir desarrollándose en la trayectoria que ya sigue hasta el día de hoy (o, inclusive, radicalizándose aún más).

Independientemente de quién gane, pues, al final, la contienda por el cargo presidencial, sin duda parece ser el trumpismo (como fenómeno sociológico, político y cultural) el que otra vez puede presumir de su avance histórico. ¿Cómo explicar este suceso? y, sobre todo, ¿cómo explicar que, de nuevo (como ocurrió en 2016) el grueso de la comentocracia dentro y fuera de ese país haya errado tan extensa y profundamente en sus análisis y valoraciones sobre el resultado? A reserva de que un examen mucho más meditado y decantado por el tiempo será necesario en los años por venir, aquí, por lo pronto, quizá valga la pena señalar siete breves anotaciones que expliquen en alguna medida ambos fenómenos, pero sobre todo el segundo de ellos. A saber:

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El ABC de la Reforma al Poder Judicial de la Federación

Uno de los principales factores que ha contribuido a empantanar y enturbiar mucho de lo que hasta ahora se sigue discutiendo públicamente en relación con la Reforma al Poder Judicial de la Federación tiene que ver con el hecho de que una parte de quienes intervienen en dicho debate ni siquiera se han tomado la molestia de leer directamente el texto constitucional aprobado, mientras que, de forma recíproca, hay quienes ya se dieron a la tarea de hacerlo y, por las razones que sea, a pesar de ello han optado por mentir o tergiversar la letra de la nueva redacción de la Ley fundamental del Estado mexicano. Entre ambos extremos, por ello, las voces que se han esforzado por transmitir de manera honesta lo que sí dice y lo que no dice la reforma han sido reducidas o bien a posiciones minoritarias o, en el peor de los casos, al silencio absoluto.

En este sentido, gran parte de lo que se puede leer, ver y escuchar en medios tradicionales de comunicación, en redes sociales y plataformas sociodigitales o en el espacio público, en general, anclado o en la ignorancia o en la malicia, ha estado determinado por lo que dicen quienes a priori se oponen a la reforma, por lo que opinan algunos de sus principales afectados, dentro de las élites de este poder de la federación, o por lo que con estridencia han denunciado porciones significativas de sus bases laborales, aunque no necesariamente con conocimiento de causa.

De ahí que, para quienes se han tomado con seriedad el tiempo para revisar el nuevo texto constitucional se vuelva una tarea intelectual (pero también política e histórica) irrenunciable el socializar lo que literalmente se aprobó en el texto de la reforma; siempre subrayando que ésta es apenas una parte del proceso en curso, pues aún hace falta que las Cámaras del Congreso legislen las normas reglamentarias en donde se detallarán todos aquellos aspectos que el articulado constitucional no alcanza a cubrir (siempre sin rebasarlo, para no dar origen a leyes inconstitucionales; y nunca contraviniéndolo, para no dar cabida a disposiciones anticonstitucionales).

Expuesto, pues, lo anterior, en lo que sigue se exponen algunos de los temas que mayores controversias han generado en la discusión pública nacional (hay que insistir, mayoritariamente debido al desconocimiento o la manipulación antes que por lo que verdaderamente se votó en el legislativo y fue promulgado por el ejecutivo), reproduciendo textualmente lo que a partir de este 16 de septiembre de 2024 dispone la Constitución Federal en relación con la composición, la organización y el funcionamiento del Poder Judicial de la Federación (en cada caso, acompañando lo expuesto con breves contextualizaciones hechas por quien escribe estas líneas, para dar mayor claridad a su contenido).

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La Europa de las extremas derechas

Las elecciones de este año para renovar el Parlamento Europeo han llegado a su fin y, aunque aún hace falta precisar los resultados oficiales de la jornada, las tendencias hasta ahora dadas a conocer en distintos países del bloque comunitario parecen ser lo suficientemente sólidas como para extraer de ellas un par de reflexiones, particularmente respecto de la que se perfila a ser su propensión manifiesta más interesante, importante y preocupante. A saber: la expansión y el fortalecimiento de los partidos y de las fuerzas políticas de extrema derecha dentro de dicha institución y lo que ello significa en términos de su capacidad para definir algunas de las políticas regionales más significativas y relevantes para los destinos de Europa, tales como las relativas a su posición sobre el cambio climático, al curso de la guerra en la frontera de Rusia, a la postura migratoria que sus 27 integrantes habrán de adoptar en los años por venir y, por supuesto, a la forma en que tanto en lo individual como en lo colectivo buscarán gestionar la creciente conflictividad social que se experimenta en la mayoría de estos países.

¿Cómo interpretar, pues, los resultados de estos comicios? Aquí van tres coordenadas de lectura iniciales.

En primer lugar está lo evidente: de un total de 720 escaños, alrededor de 500 (más o menos un 70% del Parlamento) fueron ganados por fuerzas políticas que se adscriben a sí mismas a alguna variante dentro del amplio espectro ideológico de la derecha: desde la que tradicionalmente se asume como la centro-derecha histórica (a la manera del Partido Popular Europeo) hasta sus variaciones más extremistas y/o radicales (del tipo del español VOX, el alemán Alternative für Deutschland, el italiano Fratelli d’Italia o el francés Rassemblement national). En los hechos, significa esto, sin duda, que el conjunto de las derechas europeas, más allá de las a menudo amplias y profundas diferencias programáticas que las suelen confrontar cuando se trata de definir una agenda común en la arena política regional, concentrarán en sus fracciones parlamentarias una enorme magnitud de poder legislativo, reduciendo a las izquierdas electas a una posición de absoluta marginalidad y a la incapacidad de contrapesar su agenda.

Y es que, si bien es verdad que, aunque en términos programáticos las afinidades ideológicas que existen entre estas derechas se suelen matizar —y a veces llegan hasta a desaparecer—, lo diverso de las tácticas y de las estrategias que cada una de ellas emplea para fortalecerse institucionalmente, para ampliar sus bases sociales de apoyo y para imponer sus agendas y sus intereses fundamentales no cambia en nada el hecho de que conjuntamente siguen siendo partícipes de un mismo patrón de poder regional cuya diversidad estructural pone en riesgo, desde distintos frentes, múltiples y muy diversas victorias conquistadas por las izquierdas y por los progresismos nacionales de toda Europa en las décadas recientes.

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